In vista delle elezioni anticipate del 28 aprile in Spagna, Ricardo Pérez-Solero, avvocato a Madrid, fondatore dell’Estudio Legal de Comunicación e con un passato politico nei governi di Felipe González, ci invia questo secondo articolo in cui affronta la questione dell’indipendentismo catalano, dei suoi trascorsi storici fino agli sviluppi degli ultimi anni, indicando una possibile soluzione politica che richiede un nuovo progetto per l’Europa. Lo pubblichiamo in spagnolo, perché ci pare leggibile e comprensibile.
CATALUÑA
Escribo esta mi segunda colaboración con L´Incontro sobre la situación en Cataluña , a instancias de mi amigo Riccardo Rossotto.
No es fácil razonar en el ámbito de un sentimiento como es el nacionalismo y mas cuando soy absolutamente consciente que cualquier palabra o argumento que exprese en esta columna, puede recibir y recibirá múltiples críticas por no adecuarse su contenido a los principios básicos e inmutables que sustentan todo nacionalismo.
Leí hace mucho tiempo que son las élites políticas quiénes crean las bases de los postulados básicos del nacionalismo, que luego con el paso del tiempo, son asumidos por el pueblo.
Cada día que pasa no puedo dejar de estar más de acuerdo con este planteamiento.
Si analizamos con sosiego la historia de los últimos años en Cataluña podemos apreciar que son las élites políticas independentistas quiénes, quizás por la inacción de los gobernantes de España, decidieron en un determinado momento, abandonar su colaboración y lealtad con el Estado español y asumieron, sin fisuras aparentes, un discurso basado en que siempre la culpa la tiene el otro, España, sin permitirse la más mínima autocrítica.
Y este discurso, en los tiempos que vivimos en fácilmente asumible por una gran mayoría de ciudadanos que necesitan reafirmar una única identidad para diferenciarse de los otros.
Estas decisiones de los partidos nacionalistas catalanes y los hechos por todos conocidos como el “referéndum” declarado inconstitucional del 1 de octubre de 2017 ; la declaración de independencia de la República de Cataluña del 27 de octubre de 2017 y su inmediata suspensión y los resultados de las últimas elecciones habidas en Diciembre de 2017, han causado una inmensa fractura en la sociedad catalana.
Estos son los hechos causantes de dicha fractura social:
– Mas o menos el cincuenta por ciento de la población de Cataluña se siente independentista.
– Mas o menos el cincuenta por ciento de la población de Cataluña no se siente independentista y parece estar de acuerdo con la Constitución de 1978.
– España es un Estado de Derecho y por tanto la vulneración de cualquier norma, obligatoriamente debe tener una sanción y no debe quedar impune.
Además el tema Catalán es hoy también percibido como un grave problema por el resto de España, como muy bien se encargan de recordar permanentemente los conservadores españoles, tratando de obtener un beneficio electoral de este enfrentamiento España-Cataluña.
José Ortega y Gasset, importante filósofo español, en su discurso en las Cortes de la República , el 13 de Mayo de 1932, hace ya casi noventa años, dijo: “Pues bien, señores, yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que solo se puede conllevar y al decir esto, conste que significo con ello, no solo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles”.
Estoy convencido de que se requieren los esfuerzos de todos, y digo bien, de todos, de los que se dicen independentistas y los que se dicen no independentistas, que a su vez, pueden, agrupar a diferentes sensibilidades y distintas precepciones para superar la fractura social existente al día de hoy y así volver a recuperar un cierto consenso social.
Si no se recupera ese mínimo consenso social, no será posible alcanzar una convivencia aceptable en Cataluña y sin esa convivencia, tampoco vislumbro solución política.
Solución política que seguramente tendría que pasar por la “federalización” de España, pero para ello es obligatorio establecer unas nuevas bases de lealtad y consensos, difíciles de articular en los actuales momentos.
La respuesta a los nacionalismos tiene mucho que ver con el desarrollo y futuro de la Unión Europea.
Creo que estas palabras, también de Ortega y Gasset en el citado discurso, son todo un acierto: “El nacionalismo solo puede deprimirse cuando se envuelva en un gran movimiento ascensional de todo un país; cuando se crea un gran estado en el que van bien las cosas, en el que ilusiona embarcarse, porque la fortuna sopla en sus velas. Un estado en decadencia fomenta los nacionalismos. Un estado de buena ventura los desnutre y los reabsorbe”
Quizás nadie sea responsable por la dificultad que significaba su previsibilidad, pero la realidad es que se ha creado una nueva superestructura, la Unión Europea, y este proceso de transferencia de competencias por parte de los Estados/Nación a Bruselas, ha debilitado a éstos, pues han cedido parte de su soberanía. Este debilitamiento es aprovechado por los nacionalistas, que a su vez reivindican una soberanía por parte de un “pueblo” difícil de delimitar en la realidad.
Europa tiene que encontrar y desarrollar con todas las implicaciones que ello tiene, un nuevo proyecto. Y este nuevo proyecto, debe situar a lo económico en su justa medida, no como lo único e indispensable y sí por el contrario, abordar de una vez por todas, toda la temática social.
Si ello no ocurre en un breve plazo, en mi opinión seguirán creciendo los nacionalismos, que harán cada vez mas inviable y lejano el proyecto de la Unión Europea y también afectará a los nuevos postulados que debe encontrar la izquierda para hacer frente a los retos de esta sociedad.
Ricardo Pérez-Solero